Un año lejos de casa

Hace un año decidí emprender un viaje buscando mi destino en la capital. Las personas que conocí son maravillosas, mi vida se divide entre la universidad y la iglesia, estoy aprendiendo a levantarme temprano y a saber comprar una palta. Sé que no soy una excelente cocinera, pero al menos no muero de hambre. En estos momentos me pregunto cómo tuve el valor de irme de casa teniéndolo todo, pero algo en mi interior me decía que estaba haciendo lo correcto, ahora me doy cuenta que valió la pena todo lo que pasé en mi corta vida. Desde que llegué a Lima aprendí demasiado acerca de mi profesión, el orden y la puntualidad (aunque este último se me hace difícil). Por el momento estoy reorganizando mi vida dentro de mi agenda, no quiero citas ya que no es mi prioridad salir con chicos por ahora, y más en una ciudad aún desconocida para mí.

Mamá siempre llama a mi celular a partir de las 6 de la tarde para saber como fue mi día, siempre hablamos, es que es complicado para ella y mi padre asimilar que su hija menor se encuentre lejos y sobre todo sola, aunque eso para mi es lo de menos, cada vez estoy demasiado agradecida con ellos por confiar en mi, y en mis metas.

Hoy mi mejor amigo Silvio tocó mi puerta y me invitó a salir por un helado, y es que necesitaba un tiempo de relax por mis trabajos universitarios que me dejaron agotada. Mientras íbamos caminando por las calles antiguas de Surco y hablando sobre todo un poco, lo miré y me di cuenta de lo afortunada que soy de tenerlo en mi vida. En estos tiempos es difícil encontrar un chico bueno y tierno como él . Es como el hermano menor que nunca tuve, así que en agradecimiento le dije: "Hoy el helado lo invito yo".

Pasamos tres horas hablando sobre nuestros amores frustrados, los crushes, las hermanas chismosas del barrio, la política, y sobre nuestro futuro. Ahí es donde reflexioné sobre que no tenía idea de que me iba a deparar la vida más adelante, si mis amigos de ahora serán los mismos, el trabajo que tomaré, las personas que conoceré más adelante. Pero mi único alivio es que volviendo a ver mi vida a como era antes no lo cambiaría ni por todo el oro del mundo. Ahora esto es mi presente, y debo vivirla como nunca antes.

No tengo tiempo para sentirme infeliz, ni mucho menos derrotada, no hay mal que dure cien años, decía una frase. Lo único que puedo decir es que me encuentro en el lugar y con las personas correctas, el futuro aún es incierto, pero lo que sé es si me equivoco siempre al final saldrá el sol.