Europa está sumida en la segunda ola de coronavirus. ¿Qué podríamos esperar en Perú?
- las chicas del blog
- 20 oct 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 24 oct 2020

La posibilidad de una segunda ola de contagios en Perú es asumida, por algunos recientemente, como un acontecimiento altamente probable y casi indefectible. Europa se ha convertido en el principal punto de comparación para quienes sostienen la idea de que compartiremos el mismo camino. Sin embargo, no deberíamos asumir que el Perú seguirá una trayectoria de contagios similar a la de los países europeos. Existen razones de fondo para creer que no experimentaremos una segunda ola de contagios similar a la de Europa. No obstante, es probable que diversas zonas del país experimenten dinámicas epidémicas diferenciadas y alzas importantes en varios casos, aunque sin llegar a ser de las dimensiones de lo que ocurre en países como Francia o España.
Hasta ahora, la segunda ola del coronavirus en Europa había mostrado una cara mucho más amable que la primera, con infectados más jóvenes, menos hospitalizados y menos muertos, lo que invitaba a creer que lo peor había quedado atrás. Un espejismo. Los expertos advierten que las señales de alarma están ahí y auguran que el continente puede estar a las puertas de un otoño aún más difícil que la primavera pasada.
Muchos países europeos están registrando cifras de contagios superiores a los récords de la primavera, pero había un elemento tranquilizador: se debe, en parte, a que ha mejorado la detección. Si en marzo en una Italia o una España desbordadas solo se diagnosticaba a los enfermos que llegaban al hospital, ahora el sistema está cazando a pacientes con síntomas leves o incluso ninguno. Por eso el aumento de casos no iba acompañado de un aumento paralelo de la mortalidad.
Factor diferencial
Partimos por resaltar un factor diferencial: después de la primera ola de contagio en Europa, su nivel de seroprevalencia, que permite detectar a quienes tras recuperarse la enfermedad desarrollaron anticuerpos, era significativamente bajo en comparación con lo que ocurrió en Perú. En España el porcentaje que contrajo la enfermedad es de solo un 5%, incluso en ciudades como Madrid -una de las más afectadas por la COVID-19- esa cifra alcanza sólo el 11%. Muy lejos, en cualquier caso, del umbral que fijan los expertos para la inmunidad colectiva.
La reducción de casos en Europa fue claramente por medidas de control epidemiológico tales como aislamiento social, detección y aislamiento de contactos. En Perú, si bien no existen estudios nacionales de seroprevalencia, ciudades como Iquitos experimentaron altísimos niveles de contagio con cerca del 75% de la población infectada; Lambayeque, muestra un 40%; Cusco un 35%; y para Lima estimamos que superaría el 47%. Algunos de estos estudios mostraron limitaciones, pero podemos concluir que la seroprevalencia, en las principales ciudades del país, sí es significativamente mayor que en Europa.
Lo anterior nos grafica el nivel de penetración de la enfermedad en las ciudades. Con tal proporción de población recuperada que cuentan con un nivel de protección hacia la enfermedad, resulta difícil pensar que una segunda ola pueda afectar de manera más intensa a esas localidades. De ahí que los efectos de un rebrote en sociedades en los que el nivel de penetración de la COVID19 es aún muy bajo sean significativamente mayores al de contextos como el del Perú en el que el nivel de penetración ha alcanzado niveles importantes.
Por otro lado, un segundo factor que muestra la diferencia en las condiciones para una segunda ola entre ambas realidades es el nivel de restricciones y el sostenimiento de medidas de contención de la enfermedad. Los países europeos flexibilizaron mucho más rápido su nivel de restricciones que el Perú. Así, en marzo, durante la primera ola de contagio, Francia y España registraron un nivel de “rigidez en las restricciones” de 87 y 76 sobre 100 respectivamente, puntuación medida según el Government Response Stringency Index disponible en Our World in Data. No obstante, las restricciones se flexibilizaron rápidamente a partir de finales de junio (41 y 39) y aunque recientemente en octubre volvieron a elevarse ligeramente a 46 y 55 respectivamente, su reducción fue sin duda un factor importante para la expansión de la enfermedad.
De modo distinto, el Perú ha registrado de manera sostenida uno de los mayores índices de restricción en el mundo. Tempranamente en marzo iniciamos con un 95 que redujimos ligeramente a 89 para junio. Actualmente mantenemos un índice de 82 y tendríamos que reducir drásticamente nuestro nivel de restricciones para igualar el nivel de ciudades europeas. Los resultados del Google Mobility muestran evidencia que respalda esta diferencia entre Lima y varias capitales de Europa.
Al menos en el corto plazo y con el nivel de restricciones similar al actual, resulta difícil pensar en una segunda ola de las dimensiones de Europa en el Perú. Los casos documentados de reinfección son escasos como porcentaje del total de los previamente infectados. En Iquitos, donde parecería que se alcanzó la inmunidad de rebaño, la protección de la población ha durado ya algunos meses. Es importante señalar que aún conservamos algunas incertidumbres importantes que podrían cambiar dramáticamente la trayectoria de contagios en el mediano y largo plazo.
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